Contar un cuento es un milagro. Algo tan inexplicable como respirar, como abrazar a alguien, como enamorarse. Algo que puede ocurrir sólo de vez en cuando, aunque nunca sepamos si este estremecimiento fue el aleteo de un ángel o una corriente de aire.
No es cosa de decir. " voy a contar un cuento". Sería como decir: " voy a hacer un milagro". hace falta que llegue su hora y que haya cómplices. El cuento es un misterio que sólo es revelado cuando alguien, tembloroso, se lo cuenta a alguien maravillado.
Entonces, cuando está contando se produce el prodigio:
El narrador regala con su palabra su piel, su sangre, su risa, su amor a corazón abierto.
Cuando niño, encerré unos gusanos en una caja vacía de cartón. pasaron unos días y al abrirla apareció una nube de mariposas que volaron al sol.
Así son los cuentos: sólo se transforman en el aire, sólo palpitan en el aliento de ese prestidigitador que es el Cuentacuentos.